lunes, 16 de mayo de 2011

Bandas, dúos y solistas de piano bar, por Ginés Alarcón

Hace varias semanas cogí un ferry de Bergen a Hantsholm, para cruzar de Noruega a Dinamarca. Unas 18 horas de viaje, creo. El barco de ida, siguiendo otra ruta, era lujoso, de los que tienen casino, gimnasio, teatro y restaurantes temáticos. Podías leer un rato en el Captain Bar’s, jugar al blackjack o ver un espectáculo de gimnastas saltando. Tampoco era un viaje largo pero tenía estas cosas. En cambio el ferry de regreso era más pequeño y sencillo. Tenía una terraza en cubierta, varios restaurantes y un salón acristalado. Aquel día y aquella noche el mar estaba agitado y era complicado no marearse o caminar sin agarrarse. Fuera hacía frío y el movimiento no aconsejaba encerrarse en el camarote tantas horas. Así que nos sentamos en el salón. Cuando entré le dije a mi colega: “He visto una panda ahí fuera…” Y un rato después entraron en la sala, fueron al escenario, levantaron el telón y se pusieron a actuar. The Dream Makers, son los que actúan en este vídeo tocando Sultans of swing:



No sé cuántas horas nos quedamos ahí sentados, cuatro o cinco con descansos. Era lamentable. Apenas media docena les hacíamos caso. Había familias enteras sentadas alrededor de una mesa, sin hablarse, dejando pasar el tiempo en la más absoluta apatía. También había un chaval tapándose la cara para dormir justo al lado de un altavoz y, en general, gente mareada, como desubicada. Y la banda tocando, ahora Dire Straits, luego Abba, Jackson Five, Bob Marley y demás temas que M80 o RAC105 se han encargado de destrozar en los últimos veinte años. La puesta en escena y el ambiente era terrible, tanto, que me convertí en fan de los Dream Makers. Creo que eran de un país del este. Imagino que deben hacer tandas, intercalando días o semanas. Deben llegar con su furgoneta y la aparcan en la panza del barco como los demás pasajeros, pero ellos no sólo tienen que trabajar, haya mala mar o no, sino que se ponen sus camisetas de intrumentos, y tocan, una y otra vez, los mismos temas, les hagan caso o no.

Recordé otros casos con situaciones similares. En un hotel de Tenerife cuando una noche en la terraza actuaba un dúo, él, con teclado multifunción, y ella, cantando y bailando canción ligera tropical ante la pasividad general. Y otro, en Ginebra, en un bar de cocktails en el que sólo había un barman y un pianista que además de tocar, cantaba temas de Coldplay como si estuviera en el Royal Albert Hall de Londres. Esta profesionalización del intérprete musical convertido en autómata no es tan diferente en el planteamiento de la que hacen tantísimos artistas reconocidos por el gran público. Sólo que aquí las miserias son, en muchos casos, más evidentes.

A medianoche el ferry hizo escala no sé dónde, y fueron apareciendo en el salón unos veinte caminoneros, nórdicos y alemanes. Se sentaron en los sofás, solos o en grupo, algunos bebían cerveza y otros sólo querían dormir porque no tenían camarote y se tumbaban allí mismo. La banda seguía tocando, las familias se habían ido a dormir, y los camioneros escuchaban los últimos temas, de Guns’n'Roses y Metallica. Baladas terriblemente cursis que incluso algunos se atrevieron a cantar, seguramente fue el aplauso más sincero de la jornada.

Otra historia es la de Louie Austen, vienés de 61 años que hasta hace nueve actuaba en hoteles como crooner. Antes había estado en Las Vegas siguiendo la estela del Rat Pack, interpretando a Frank Sinatra y Dean Martin. Cuando volvió a Viena conoció a dos productores de música electrónica, Mario Neugebauer y Patrick Pulsinger, que le propusieron cantar sobre música electrónica. Austen explica en su MySpace que fue un golpe de suerte: “Una etapa muy especial de mi carrera empezó cuando tenía 53 años y me ha benecificiado enormente en la vida desde que puedo interpretar mis propias canciones y tener un público para ellas”. Esta actuación es de hace unos meses en Barcelona:

2 comentarios: